Después de un año de arduo trabajo, estudio, amanecidas, etc. vienen las merecidas vacaciones. Todo el año esperamos las vacaciones; el dormir hasta tarde, rascarse la barriga, no hacer absolutamente nada, salir en las noches, trasnocharse sonseando, etc. Pero siempre en las vacaciones hay un pequeño problemita que nos atormenta a cada uno de nosotros alguna vez y se llama ABURRIMIENTO. Llega el punto que estás tan libre de responsabilidades que no saber qué rayos hacer. En tu agenda sólo se encuentran las actividades:
1 pm: Despertar
1:05 pm: Almuerzayuno
1:25 pm: Rascarse la barriga viendo televisión.
1:45 pm: Dormir más.
5:00 pm: Ver mi adorable Sam Soon en Panamericana.
8:00 pm: Facebook.
11:00 pm: Ver Bob Esponja.
1 am: Dormir.
Y esto se repite todos los días, y como que la rutina no es de lo más divertida y comienzas a inexplicablemente extrañar la universidad. Te preguntas cómo rayos es que tienes ganas de estudiar. Tratas de quitarte esas ideas absurdas de la cabeza y llamas a tus amigos para ver si sale algo que hacer. Te das cuenta que ellos están ocupados porque si encontraron cosas útiles que hacer. Y en ese momento piensas en alto: “Pucha que aburrido estoy, no hay nada que hacer”. Pero cuando volteas, justo atrás de ti está tu madre que te está mirando con cara de: “ya te fregaste”. Tu mamá sólo te atina a decir: “¿A qué no tienes nada que hacer?” Diez segundos después seguramente te manda a lavar tus calzoncillos o a regar el jardín para que te “DISTRAIGAS”. Y si te niegas te dice: “Anda a trabajar ocioso que yo a tu edad caminaba dos kilómetros para ayudar a mi mamá a hacer las compras”, tú callas y aceptas hacer los quehaceres. Después de limpiar más que “María la del Barrio” al fin estás cansado y te das cuenta que mejor era que te quedes callado. Despiertas al siguiente día y tan sólo piensas ME CALLARÉ, NO ME QUEJARÉ DE NADA Y ME RASCARÉ LA BARRIGA TODO EL DÍA.
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